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Mi delirio verde por la segunda libertadores

Al día siguiente todavía recuerdo, con ese dejo que le queda a uno después de tanto delirante y fascinante desorden, le repetí a mi vieja que deje de preocuparse, que no me pregunte tanto por mi corazón porque ya tiene dueño hace rato, porque seguirá siendo el mismo que palpita enloquecido cada que me pongo o me quito esa casaca sagrada, sea que el equipo tenga buenas y malas presentaciones. Como todo amor sincero y bien sentido, es motivo de varias decepciones, tristezas, pero también alegrías y festejos, toda una gama de emociones para este corazón que se han de comer los gusanos tal vez muy pronto, pero que tendrán que pagar tintorados de verde, y es porque quiero que sin siquiera enfriarme, me envuelvan en mi camisa que ya tengo en una cajita debajo de mi cama muy bien guardada.

LA CALLE LO DICE / [email protected]

Yeison Arenas Usma "el chiras"
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A 161 km, que son como unas cinco horas de distancia de Urrao de nuestra capital paisa, el pueblito con el río estilo suizo donde yo vivía en ese momento, y fue toda la distancia que recorrí hasta Medellín en busca de la oportunidad de ver nacer una nueva leyenda durante la gran final de la Copa Libertadores en el 2017, y si que fue muy memorable, porque Nacional se coronó bi campeón derrotando a Independiente del Valle por 1-0 con gol de Miguel Borja al minuto 9, contando en la portería con ese coloso loco Armani encargado de cuidar como un Dios la portería de mi universo verdolaga. Así fue cómo aseguramos el nuevo título de campeón de América por segunda vez luego de 27 años del primer golpe al arrogante Club Olimpia paraguayo.

Todo lo que les voy a compartir a los de mi continental parche verde, tiene como punto clave la final 2017 cuando viaje de mi pueblito del río Penderisco acompañado con mis dos parceros para hospedarnos en el hostal Maturín Golden, claro... ellos como yo también hinchas furibundos de mi verde. Para ese entonces, los nervios me punzaron durante todo el torneo, pero en la recta final el ataque a mi equilibrio emocional fue más agudo, especialmente en el minuto a minuto del partido final que me atacó con desestabilizadora ansiedad, pareció que no me alcanzaría la vida para ver a la máquina verdolaga celebrar su segunda estrella. A mi no me da pena contar mi experiencia de no haber logrado con qué pagar la entrada al Atanasio, a mis parceros y yo nos tocó seguirlo por televisión, que en medio de tantos nervios juntos, decidimos apagar el aparato a solo 15 minutos de finalizar el juego, aunque todo parecía ya resuelto a favor de nuestro delirio verde.

Y es que mi historia me decía en esa oportunidad que debía reservarme para la celebración, pues en una instancia muy parecida que me tocó vivir en mi pueblo con la final profesional colombiana en el 2016, sufrí tremendo infarto que puso a prueba mi corazón y el de mi familia justo en una tanda de penales. Pero tiempo después, ya recuperada mi salud, me cuide de esas emociones para no arriesgar mi ilusión de gozarme la segunda estrella, ¿cuál señores? pues sencillamente la de la libertadores, esa es la razón para que no juzguen los demás hinchas mi actitud de apagar la TV en tremenda final por la segunda estrella de la libertadores. Para que no me lo crean, fue más loca pasión cuando escuchamos un alboroto descomunal allá afuera, entre silvatina de motos, cornetas de buses y gritería, entonces corrimos de una al balcón para ver paralizado todo el centro, salimos a la calle sin camisa y votando las gorras, porque ya éramos campeones de todo América por segunda vez.
Ya con los tabakitos y tomando puro roncito en el Templo del Vallenato, habría yo de recordar a mi papá que me contaba la leyenda y odisea de la primera estrella continental en el 89. No duró mucho mi viaje de puro sentimiento, pues en ese momento de éxtasis fui interrumpido con las llamadas de mis familiares que acosaron mi celular todos a una, y ni que decir del WhatsApp. La única llamada que jamás entró fue la de "la gata", pero ya para nada me importaba, ella "peló el cobre", otros manes dicen: "saco las uñas", y fue que días atrás ya me había dejado por un tomín del medallo, pero que importó en esa jornada épica, lo que reinaba en mi cabeza para ese instante tan celestial era mi familia de verdad, todos estaban preocupados por los palpitos de mi corazón, y la verdad que comencé a sentir sudores intensos y me tuve que poner de pie muy nervioso cuando escuché la súplica de mi vieja pidiéndome que me cuidara arto, que recordara la muerte de infarto de mi papa. Camine un poco, pero luego me puse a saltar como todo un "loketas" con la repetición del golazo de la victoria abrazado con hinchas, tirando bandera y repartiendo guaro.

Ya apaciguado en el bar, y en medio de tanto man marchito por la fiebre verde a mil, repasamos lo que sucedió en esos últimos minutos celestiales de la gloriosa final, y de nuevo me dejaba invadir por el fervor de ver a mi equipo del alma coronarse campeón, mientras en mi mente veía a mi papa celebrando en el más allá. Para mis adentros dije: "si ves pa´, pude dar el aguante, pero por poquito y nos reunimos juntos a celebrar esto".

Yo si que tengo para hablar de mi Nacional. Mi madre me cuenta que desde los tres meses de nacido, ya mi viejo me envolvía en atuendos del equipo porque decía que fuera lo que fuera pero eso si, que le saliera verde hasta el...., por todo eso a los cinco años ya me llevaba con el uniforme a pegarle a la pelota en la plaquita de Caicedo, luego me acompañó a cuanto torneo me metía con la ilusión de que yo llegara a las inferiores del equipo verde; pero eso nunca sucedió por el soplo que el médico me encontró, y esa noticia al que puso más triste fue a mi abuelo que si fue jugador del Nacional en las inferiores por allá en los años 70. Esos relatos de abuelo arcargueta y querendon, jamás olvidaré cuando me contaba que para esa época eran menos melindrosos y flojos los jugadores, pues el trofeo lo celebraban en ocasiones con cajitas de cerveza y, hasta en una ocasión, hubo marrano que vistieron con camisa del equipo perdedor. Es que para ese tiempo era pura moral, no era el billete sino el honor. También me contaba mientras dormía a su rincón las proezas del argentino la "chancla" Fernandez, que para los 70 era la mejor contratación internacional del Nacional. Pero más leyenda lo que contaba de lo grandioso que era en el 76 Osvaldo Juan Zubeldía al llevar al verde al título profesional. Me decía que para entonces seguir al verde no era solo pasión sino religión, al club se le seguía sintiéndolo en las venas y en las arterias, por eso el lado tristongo de mi celebración de la segunda estrella libertadores fue recordar con lagrimas en mis ojos la muerte de mi papito justo un mes antes de la final, aunque me queda el bendito consuelo de haberlo enterrado con mi camisa rayas a blanco y verde, manga larga de sam, la misma que yo tenía guardada como regalo de oro que él me había dado en los grados de bachiller.

La verdad lo digo con temple y sinceridad, soy un hincha humilde capaz de reconocer que mi Atlético Nacional no es el mejor del mundo; pero qué va, es el mejor de Colombia y así lo vieron millones de televidentes en todo América esa noche, lo que fue suficiente motivo para haber acompañado en esa inolvidable fecha a todos los celebrantes de nuestra secta a dar la vuelta olímpica a la cuadra para sentir la segunda estrella, sintiendo además ese fuerte palpito que parecía ser mi final a causa de mi desbordante pasión verdolaga.

Al día siguiente, todavía recuerdo con ese dejo que le queda a uno después de tanto delirante y fascinante desorden, como le repetí a mi vieja que dejara de preocuparse, que no me pregunte tanto por mi corazón porque ya tiene dueño hace rato, porque seguirá siendo el mismo que palpita enloquecido cada que me pongo o me quito esa casaca sagrada, sea que el equipo tenga buenas y malas presentaciones. Como todo amor sincero y bien sentido, es motivo de varias decepciones, tristezas, pero también alegrías y festejos, toda una gama de emociones para este corazón que se han de comer los gusanos tal vez muy pronto, pero que tendrán que pagar tintorados de verde, y es porque quiero que sin siquiera enfriarme, me envuelvan en mi camisa que ya tengo en una cajita debajo de mi cama muy bien guardada.

Ya a mi ñera que se fue con un tal del medallo le perdoné hace siglos, porque al lado de mi cucha ya solo tengo otro amor fiel y leal por quien vivir, por quien reír, y por quien llorar. He decidido no pensar en ese segundo infarto que me arrebate la vida, porque estoy seguro de tener otro gustico antes de mi final, que jamás será final para mi amado e inmortal verde de todo este universo. Carta a forochat.com.co

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La Calle Lo Dice con las cartas de nuestros lectores, ahora con el hincha del Atlético Nacional Yeison Arenas «el chiras» y su relato. Imagen cortesía youtube.com