RÉQUIEM AL BAR ALASKA
8 marzo, 2017

De eterno caminante, a eterno navegante

El río es el espejo, de mi diario vivir


Por: Andrés David Pineda

Soy el eterno caminante. Comencé a comprenderlo muy temprano. Desde la temprana perdida de mi padre, y en mis primeros días de escuela, cuando en medio de las vicisitudes que enfrentaba mi madre con sus hijos a cargo, sin condiciones mínimas para la sostenibilidad familiar, me convertí en el permanente caminante en busca de las oportunidades. Recuerdo las interminables trochas y caminos empedrados. Estaba prohibido a esa temprana edad rendirse. Siempre en compañía del leal amigo, el eterno sol, la madre agua, y la hilera de árboles grandes y pequeños, testigos fieles de mi intenso trasegar.

Aún hoy en mi adultez, sigo consciente de mi interminable caminar. La interrupción de los estudios de derecho para atender mis responsabilidades con mi vulnerable madre, y el desafío de llegar a ser ese líder juvenil que llevo en mis entrañas desde mi vida veredal.

Siempre he sido un enamorado de la paz, de aquella paz no política en términos de grupos egoístas con ideologías extrañas a la manera de partículas religiosas. Mi paz es innovadora, es natural, es fresca y diamantina como el agua limpia y cristalina que en algunas fuentes de mi patria todavía vemos libre correr.

Y quiero un símbolo de libertad, de significación vital, de trascendencia cósmica que hable con nombres y apellidos de Medellín en el mundo del nuevo milenio. Siempre he pensado que estamos signados, que nada es al azar. Por eso abrazo ese hermoso amanecer que me puso de frente con un mecenas de la naturaleza, de la vida útil, de la grandeza de alma y corazón. Sucedió cuando me vi de frente con don Guillermo Rojo. Todo se dio gracias a la recomendación de Francisco Zapata, quien me dijo un día: “Tienes en la mirada un destino inmensamente social, revolucionariamente natural. Y hay una causa que es la tuya, que ha sido la de memo Rojo, el soñador del renacer del río del Aburrá”. Y sin tardanza, pacho Zapata, como vecinalmente le dicen en Manrique, me conecto con el adalid de la navegabilidad del río Medellín.

A la manera del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, iniciamos contra viento y marea la tarea de coordinar el bote paseo 2017, lo que de inmediato fluyo inexorablemente como testimonio de intensa locura por la vida. Es por eso que insisto en mi eterno caminar con otros caminantes como Crisanto Vargas “Vargas vil”, y los pioneros Ortiz y Quiroz, en el histórico tributo de indígenas Nutibara en 1992, durante la primera travesía por la salvación de nuestro río.
Desde ahora trazamos nuestra desafiante y audaz bitácora hacia la expedición por el río 2018. Y seguramente, Colombia y el mundo se sorprenderán con los ríos de caminantes náuticos. Porque nuestro río nos reclama una mirada de frente, una caricia amorosa con quien históricamente representa el hilo conductor de nuestros antepasados, el referente más auténtico y natural del surgimiento de ciudad. No daremos más la espalda al río. Seguiremos caminando y navegando en la atrevida senda ambiental, para recordar que jamás nada tendrá igual valor; ni el valor material de puentes, calles, carros, y edificaciones, que a la fecha carecen del componente equilibrador, enamorador, y rejuvenecedor que nos da la madre natura.

Razón me asiste en mi pretensión cósmica de darle intenso y profundo contenido a mi liderazgo por un nuevo caminar y navegar. Y el camino no está a la mano, porque ha podido más el egoísmo, el rencor, y la indiferencia. Hace falta un mundo de sincero humanismo, de infinita generosidad, a fin de enarbolar al poeta Antonio Machado con su sentencia “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.

El desafío humanista por la recuperación integral de nuestro río Medellín, debe ser el reflejo de nuestra propia vida, de luchas, de logros y frustraciones, de sueños y redenciones. Ahora que crecemos en número de caminantes en calidad de navegantes con intensa locura, no encuentro un canto más representador y enigmático para nuestra cruzada ambiental, que el del legendario Raphael, cuando en la interpretación del poeta de la canción romántica José Luis perales, nos declama incesante al oído ese tema abiertamente liberador: “Yo sigo siendo aquel, a pesar de las dudas y mi eterna locura, yo sigo siendo aquel. Eterno caminante, que vive en cualquier parte, y muere cada noche un poco.” Y ese morir un poco, será siempre por la causa más noble, la más sublime, la salvación de nuestro río.

Coordinador del Institucional Vote Paseo anual por el Río Medellín Vicepresidente de la Fundación Social Colima Oficial Estudiante de Derecho

Siempre he sido un enamorado de la paz, de aquella paz no política en términos de grupos egoístas con ideologías extrañas a la manera de partículas religiosas. Mi paz es innovadora, es natural, es fresca y diamantina como el agua limpia y cristalina que en algunas fuentes de mi patria todavía vemos libre correr.