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Un país de mucho y conforme con lo poco

Cuando se carecen del capital y las tecnologías, no de mucho puede ser útil la Tierra, el Trabajo y todas las características que de ellos se derivan y aún más cuando conocemos de antemano las cualidades del territorio y el hombre colombiano.

JUAN DIEGO BARRERA ARIAS
Abogado Universidad de Antioquia
Barrera Arias Abogados & Asesores
[email protected]

Aunque parezca uno más de esos discursos que enaltece el colorido patrio, que revive las pasiones tricolores y aumenta el sentido de pertenencia de nuestro país así sea por pocos minutos, no podemos ignorar que Colombia es uno de los países más afortunados del mundo en recursos naturales, en ubicación geográfica, en variedad de climas, en su conformación montañosa y llana, en sus selvas y en sus desiertos, en riqueza subterránea, en fauna, en flora. En fin, en un sin número de cualidades que lo hacen de manera innata único y en un gran baluarte a nivel internacional. A pesar de todo esto, es notable que la reunión de tantos factores de riqueza, que se traducirían en modelos de desarrollo y sostenibilidad no son suficientes para nosotros y que al contrario de lo antes descrito somos un país pobre, aunque sería corto decirlo de esta forma, en realidad nos convertimos en un país paupérrimo donde nos hemos muerto de hambre como se dice popularmente, “con la nevera llena”.

Somos un país subdesarrollado, aunque sería poco prudente mencionarlo, pues en realidad lo más lamentable es que ni siquiera alcancemos el título de país en vía de desarrollo, es decir, el status quo ha sido suspendido desde hace ya 210 años de vida independiente o desde hace mucho más tiempo, pues no es de negar que la herencia sociológica de un país y un continente conquistado y colonizado por presidiarios, cortesanas y ladrones es parte de nuestra realidad que conservamos y cultivamos todos los días, parte de nuestro ADN y de nuestra idiosincrasia. Y debemos ser claro que no es culpa de la conquista, sino de nosotros mismos como pueblo, como colombianos.

De lo nominado anteriormente es posible explicar todos nuestros problemas económicos, aunque no hay que negar que dar un desarrollo de teñido totalmente económico, valga la redundancia, sería un poco corto para explicar nuestra compleja realidad, de allí que el problema colombiano necesita un desarrollo más ahondado, derivado desde muchos puntos de vista para complementar el contenido y tratar de dar una explicación a nuestro atraso y nuestro modelo de desarrollo fallido, si es que se ha tenido en algún momento uno creíble.

Una de nuestras mayores riquezas es la Tierra. La República de Colombia es un país que se da el lujo de tener territorios vírgenes, sitios donde se desperdicia el potencial naturalísimo y olvidamos que una de las principales fuerzas y potencialidades de la riqueza son los recursos naturales, además que los que se encuentran en actual explotación no son utilizados a su mayor porcentaje, pero esto ya dado a las dificultades de falta de tecnología y capitales de nuestra nación y desde este punto de partida podemos notar que las características de nuestra economía no son excluyentes, por el contrario, entre ellas mismas nos dan una más completa explicación a nuestros fenómenos domésticos.
Cuando se carecen del capital y las tecnologías, no de mucho puede ser útil la Tierra, el Trabajo y todas las características que de ellos se derivan y aún más cuando conocemos de antemano las cualidades del territorio y el hombre colombiano.

La falta de estos dos factores – capital y tecnologías – nos sitúa en un juego de ajedrez en donde estamos en un jaque permanente. De tal manera que la forma de adquirir capital es con el alquiler de nuestras tierras, convirtiendo a Colombia en un país de renta latifundista, en un Estado que se convierte en la granja de los demás, llegando a límites tan lamentables que nos llevan a la exportación de nuestros mejores productos – que no son reproducidos a su mayor expresión capital – dejando para nosotros mismos los peores ripios, cascajos, residuos de nuestra producción, o en el peor de los casos en importación de materias primas que preferimos vender en vez de satisfacer de manera primordial nuestras propias necesidades – en realidad que poca autoestima la nuestra – .

No es mas que ser remunerado con la renta de nuestros campos, olvidando el gran daño que causan en muchas ocasiones las inversiones extranjeras en nuestro territorio y no es el hecho de criticar la globalización de nuestro país, pero es claro que nos ha llevado a brindar facilidades legales y económicas para obtener el capital que nos hace falta para la inversión interna. Y del otro lado, la ausencia de tecnologías no hace más que todo ahondar las brechas de desigualdad social de nuestra nación. De allí que son privilegiados aquellos que la poseen en primera parte y segundo haciendo de nuestra economía – valga la redundancia – una economía de altos costos, altos costos por la escases de la tecnología y al tiempo de poca calidad, pues aunque poseamos tecnología esta no deja más que ser obsoleta, antigua, vetusta para el momento histórico en que nos encontramos, pero al mismo tiempo lo más desconsolado es la calidad que se vende, una calidad que no tiene poder de competición y que por eso se queda dentro de nuestro país alimentando a los colombianos, pues durante mucho tiempo nos han alimentado con las sobras – en el extranjero la comen pero le exigen calidad – y lo más terrible es que se le ha aprendido a degustarle y sacarle el sabor, pero todo ello gracias también a un país colmado de necesidades insatisfechas.

La tarea del Estado en materia económica ha sido encaminada a una facilidad en materias de inversión para la obtención de los factores que necesitamos y que tanto nos hacen falta para un desarrollo y crecimiento congruente de nuestra economía. En hora buena es sensato pronunciar que el Estado no se ha encargado de su labor de repartición de riquezas, pues la realidad demuestra que ha utilizado el derecho para mantener esta en los que ya la poseen. De allí que la concentración de ingresos y de las tierras es una política “tácita” de Estado. Ahora, sumado a que el capital y la tecnología son pocos, pero al mismo tiempo los que la poseen son un pequeño grupo al tiempo estos son legitimados por el sistema Estatal y a la vez agregamos que estos mismos son los que se mueven en la esfera del poder público, el llamar a Colombia un país de propietarios sólo es una simple campaña electoral o publicidad política, ya que en realidad se es un país de terratenientes, un país de latifundistas. De allí la posibilidad que en Colombia podamos contar los principales grupos económicos con los dedos de una de nuestras manos. Además, a esta elite de empresas que dirigen nuestra economía, es decir, esta cadena producción oligopólica que controla nuestras vidas, trae no solo consecuencias trágicas de carácter económico, sino unas de mucha más gravedad como lo son las sociales.

Si bien nuestro país está dividido administrativamente en 32 departamentos como una forma de fraguar las consecuencias desventajosas de un total Estado unitario, en materia económica nos encontramos en la misma situación. Un país fallido en políticas económicas y en políticas agrarias, es un país en el cual se ha aprovechado para segregar las cadenas de producción de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades. Sufriendo los problemas de abastecimiento interno, siendo un país que en su riqueza se enseñó a vivir en la pobreza, haciéndola de nuestro normal vivir, saber que hay lugares en donde no encontraremos cantidad de productos que a pesar que se producen en otras zonas del país a gran cantidad no son difuminados por nuestro territorio, convirtiéndonos en un país desintegrado, desunido en repartición de los bienes y servicios producidos, y ello sin contar la gran cantidad de atraso en materia de infraestructura que nos agobia. Pero el mortal y más escabroso resultado de esta situación es el encontrarnos en una competencia imperfecta, la cual pone en jaque a la actividad interviniente del Estado, pues como es de notarse, en la economía colombiana es de mucho más peso el actuar de la actividad privada que el de la mano pública y de allí que el papel esperado de la esfera estatal queda maniatado para la realización de lo fines constitucionales que propugnan la igualdad y el interés general.

La economía como una ciencia social, posee la gran cualidad de permitirnos entender de manera más dable como encajan en la sociedad todos los cabos para hacer comprender la situación de todo actuar humano. Ahora sumado a la concentración de los medios y factores de producción en definidos lugares de la nación se añaden ahora las caravanas de personas – conocida económicamente como migración rural – urbana – que deambulan por todo el territorio del país buscando oportunidades de una vida digna, una vida que les permita por lo menos ser felices aunque sea sin casa propia pero con la barriga llena. Al contrario de las bonanzas que contaban nuestros abuelos, en las cuales hacía falta trabajadores – porque trabajo si había, y mucho - y recordando que los centros urbanos – otrora – estaban situados en el agro, en el campo, en nuestras montañas, contrario a lo que ahora sucede; en la actualidad son las ciudades los nuevos focos y gérmenes del progreso, crecimiento y desarrollo económico, conllevando esto a olvidar nuestra propia identidad, ya que Colombia es un país totalmente campesino un país, que ahora, lamentablemente, se refugia en las urbes, en donde, a pesar que se encuentran situadas la mayor cantidades de oportunidades, estas no son suficientes, no están al alcance de todos, generando problemas más ahondados, dificultades como la pobreza extrema, el analfabetismo por la poca cobertura en educación, en salud, problemas de seguridad… en fin un sin número de fenómenos sociales que se derivan de un sistema económico que falla y que ha fallado durante mucho tiempo en nuestra historia.

Lo realmente curioso es la forma como se pretende la solución, no se ataca de manera directa con soluciones de fondo estos problemas tan álgidos, sino que la solución ha sido dirigida principalmente a la política pública de subsidios a la población por una gran cantidad de razones – por no decir más que la legitimación política – como estrategia de lucha contra la pobreza, esto que no deja de ser más que una arma de peligrosas consecuencias, pues no crea más que un ciudadano clientelar, un ciudadano entregado a nada, sólo a la espera que el Estado que ahora es su “papá” le solucione sus problemas de bolsillo y dejando de lado verdaderos e importantes programas de inversión social que estabilicen el mercado laboral, que reúnan las características de unas verdaderas políticas públicas, que creen nuevos centros urbanos para la generación de empleos y no perder la gran cantidad de manos de obra que se desecha en las filas del desempleo, unas políticas públicas que generen y devuelvan la esperanza en el campo como fuente prístina de riqueza y que como fin último subsanen toda la crisis social que versa en estos momentos nuestras ciudades.

Ahora, la cavilación se radica, mencionado lo anterior, a nuestra vida urbana, a nuestra cotidianidad en sociedad que se desenvuelve en nuestras principales ciudades, en las capitales de los departamentos que son la nueva “fuente de riqueza”, y todo ello debido a que en estos nuevos recintos se da un gran fenómeno para solventar la escases de formas para satisfacción de las necesidades. Es preciso definir la estreches de la economía colombiana tanto en la oferta como en la demanda, debido a que no hay suficiente capacidad de compra y por consiguiente tampoco buena capacidad de oferta de bienes y servicios, esto viéndose reducido por un efecto cíclico que acarrea la mala distribución económica del país. De este modo y dado que de ambos fenómenos económicos – tanto de ley de oferta como de ley de demanda – hay unos escases que estancan nuestra economía: La economía subterránea. La economía subterránea, está impulsada por la gran cantidad de fenómenos económicos que no se registran en las cuentas nacionales, presenta como principal valor, en un sentido social mas no económico, el de ser la fuente de acceso de muchos bienes y servicios que en dadas las condiciones actuales de un mercado oligopólica se hacen imposible, tanto por razones de elementos como los precios y las cantidades. La informalidad en Colombia es la regla general de fuga para sacarle el paso y provecho a la delicada situación económica que vive el país, pues, aunque se diga que la economía va en un alza y positivamente ello conviene a la nación, es notorio que la situación social va mal y cada vez en grandes proporciones, de allí que cada semáforo de nuestras ciudades se haya convertido en nuevas plazas de mercado, no hay lugares donde no se encuentren vendedoras de rosas o vendedores de aguas, no hay servicio público de buses que no preste unas ventas de dulces, o las calles de los centros de las ciudades congestionadas más por los vendedores ambulantes que por los mismos autos. La alta intervención Estatal hace que toda actividad comercial que se desarrolle debe cumplir unos requisitos legales, los cuales garantizan el cumplimiento de unas obligaciones por parte de los particulares ante el Estado, de ello derivando una gran cantidad de burocracia y deberes tributarios que se traducen en inversiones públicas, pero del lado del fenómeno de la subterraniedad, debido a su informalidad se ocasiona la competencia desleal ante a quienes de manera organizada realizan la actividad del comercio.

En realidad, Colombia es un gran país a pesar de todas sus dificultades. La solución a tan atrasado sistema económico que muestra su más profunda crisis en la realidad social solo sería posible mediante medidas que integren la comunidad en igualdad de condiciones para el acceso a los bienes y servicios que general el aparato productivo del país, en un proceso de democratización de las tierras productivas del país, en el regreso del campesino al campo.

En realidad, la labor sería contemplada por un Estado fuerte no sólo en materia de seguridad, sino un Estado fuerte en materia social, un Estado que se desenvuelva de manera activa en la economía, siendo un agente no solo de regulación, sino que actúe como productor, acumulador, distribuidor en el juego económico. En fin, a pesar de los problemas y dificultades, somos un país de riqueza, pero acostumbrados a lo poco.

Juan Diego Barrera Arias es jurista de la reconocida firma Barrera Arias Abogados & Asesores. Abogado de la Universidad de Antioquia, es innovador pedagógico, como Director Canal Youtube, La Nota Jurídica. Hace parte del Grupo Consultor de la Escuela del Buen Vecino en la SAI.

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La Colombia de las diversas aristas y contradicciones es analizada por nuestro connotado jurista, doctor Juan Diego Barrera Arias. Imagen cortesía portal vanguardia.com