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¿QUÉ EL MUNDO FUE Y SERÁ UNA PORQUERÍA?

Por: Francisco Zapata Vanegas LA CALLE LO DICE
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@fzforochat
En el link LA CALLE LO DICE, compartimos el escrito enviado al portal forochat.com.co por el joven Ángel Gabriel de Los Ríos. Él advierte que todo es fruto de su excesiva imaginación. Le preocupa también que llegue a despertar burla por tanta ficción. A continuación la publicación de este inquieto escritor urbano:
"Mi abuelito me decía cuando tenía ocho años, que no le dolía su enfermedad ni la cercanía de la sepultura; sino más bien el partir después de tanto luchar en la vida sin alcanzar metas vitales, y lo peor de todo: saber que me dejaba casi huérfano. Hoy en su ausencia y a mis dieciocho años pienso mucho en él, en sus manos encallecidas de tanto trabajar para nada. Haber coleccionado tantas frustraciones habiéndose portado bien. Como fue de injusta la vida con él, ser tan apegado a la moral y a la ley, para terminar sin derecho a la salud. Si, porque ni siquiera alcanzó el sisben por culpa de los colados. En cuanto a la pensión: eso fue una triste fantasía para él. Su sueño de una casa, se le fue en permanentes bostezo viéndolas en la propaganda televisiva. Ahora lo recuerdo con rabia en el corazón, mi abuelo idealista siempre rodó de arrimado cada semana en casa de un pariente. Pobrecito, se fue sin tener un techito donde morir tranquilamente. Es por todo eso que hoy me acuerdo de mi "viejito" marginado a la triste suerte mientras escucho en el altavoz del bus camino a mí barrio, la voz melancólica en tiempo de tango y denuncia universal en ritmo descarnado a "cambalache". Pareciera dedicada a mi gran héroe, a mi abuelito triste y débil. Cada palabra, cada frase impacta en mí memoria de niño, cuando el cantante me estremece con su tratado de eterna filosofía:
“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé... En el quinientos seis y en el dos mil también! Que siempre ha habido chorros, Maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublés... Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos...”
Tan inocente que fue todo el tiempo mi abuelito. Ya han transcurrido nueve años de su partida, y mis ojos resecos de tanto llorar me obliga una sonrisa interminable. Si, porque sé que por allá vive más tranquilo y sin tanto tormento por más oscuridad y soledad que lo rodee. Me tranquiliza saber que su refugio es un mundo que le permite escapar de tanto “torcido” que se acomoda aquí a cualquier cosa para ganar tierras, bienes y acumulación de riqueza así los demás se frieguen, y a sabiendas de no poderse llevar a la fosa más que su piyama. Todo aquí es patético. No más con mis compañeros de estudio cada día experimento con tristeza como de nada vale hacer las tareas con dedicación y disciplina, porque en este mundo vil y de villanos la trampa manda, el profesor prefiere a los más listos, y el instructor más erudito y exigente, es el más odiado. Si al menos estuvieras aquí abuelito para decirte que el mundo que lloraste sigue tal cual. Que tristeza esa canción que sonaba en el bus y que un loco filósofo escribió hace más de cien años. Si, ese tal Enrique Santos Discépolo. Estoy seguro que jamás habría pensado que perduraría con su denuncia que nos sigue torturando cuando nos canta en la cara la porquería que somos y seremos:
“Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor..! Ignorante, sabio, chorro, generoso o estafador! Todo es igual! Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualado. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón... Que falta de respeto, que atropello a la razón! Cualquiera es un señor! Cualquiera es un ladrón! Mezclao con Stavisky va Don Bosco y "La Mignon," Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martin... Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclado la vida y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón.”
Es que volviendo a mi abuelito, “cambalache” es una canción tan vieja y tan nueva – es decir tan fresca, tan actual- la que por más tiempo que pasa sigue ahí intacta, escupiéndonos en la cara una zarda de verdades. Yo quisiera que ofendiera, pero no!, lo que hace es denunciar todo el tiempo. Me gustaría tener a mi abuelito aquí, para estar columpiándome entre sus piernas mientras toma un café y otro café, fuma un cigarro y otro cigarro escuchando sus tangos malevos inundados de arrabal, de notas de barrio e inocencia sentimental. Si lo tuviera aquí le diría que solo ha cambiado algo: la letra de las nuevas canciones que solo son perversión y tan asquerosamente genitales como mezcladas con las aguas que corren por las alcantarillas. Abuelo, dejando mi egoísmo de lado, jamás regreses que aquí la gente sigue siendo igual: un lobo para otro lobo. Los hospitales se los siguen robando con ventanas y todo. Los que gobiernan siguen cambiando una mentira por otra, los grandes delincuentes los mandan para hoteles cinco estrellas y se anuncian como los que orientarán dentro de poco el buen decir y el mejor hacer. Y en cuanto a tus colegas los muertos: siguen ahí sin justicia y sin verdad ante “la indiferencia del mundo que es sordo y es mudo” como dice otro tango. Es que abuelito, hay demasiados “ciudadanos” cómplices de la injusticia, corrupción y opresión. Por todo ello, ese tema tuyo “cambalache” lo único que me produce es escalofrió y rabia porque es la gran verdad que al mundo nada le importa:
“Siglo veinte, cambalache problemático y febril! El que no llora, no mama, y el que no afana es un gil. Dale nomas! Dale que va! Que allá en el horno nos vamos a encontrar! No pienses más, sentate a un lao. Que a nadie importa si naciste honrao. Que es lo mismo el que labura noche y día, como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o está fuera de la ley.”
Por hoy abuelito me dispongo a dormir. Cuanta soledad en esta noche fría y sin estrellas. Mientras las duras gotas golpean el cristal de mi ventana, solo quiero cubrirme en las sabanas para sentir tu otra vida de paz y de armonía en el más allá. Como te parece mi abuelito eterno, que cuando buscaba la letra de “cambalache”, me encontré con otros impresionantes versos titulados: “algo personal” de un señor Joan Manuel Serrat, es distinta pero dice igual. Yo creo que ese señor también se identificaba contigo abuelo. Pero ya me dispongo a dormir, y te voy a dejar descansar, no te molestaré con mis divagaciones. Quiero retener las lágrimas para no recordar lo más doloroso de tu final: tus días de pública contemplación prisionero en ese cajón. Es que la gente es tan perversa, que hasta a los muertos le siguen propiciando sufrimientos. Creo abuelito que debiéramos defender los derechos de ustedes los muertos. Te recuerdo en ese cajón totalmente helado e inmóvil, tan indefenso como una absoluta víctima. Lo recuerdo ahora con rabia en el corazón: todos pasando ante ti para mirarte con esa hipocresía tan familiar en la sociedad del más fuerte. Me produce rabia tanta hipocresía cuando aseguraban lo lindo que quedaste en esa jaula de madera, lo buena persona que eras, y el gran ejemplo que representabas. La letra de “cambalache” de nuevo ante ti, gracias al protagonismo de la sociedad del mal que no respeta ni a los que se quieren ir lejos de ellos para escapar de su infinita maldad y desgracia. Por eso cada noche refresco mi mente con tu última enseñanza a la manera de “Yira, Yira” tu otro tango favorito en la voz del inmortal gran Carlitos Gardel: “…aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor.” Crónicas forchat.com.co

En LA CALLE LO DICE, compartimos el escrito enviado al portal forochat.com.co por el joven Ángel Gabriel de Los Ríos. Foto Dreamstime