UNA EXTRAÑA HERMANA
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UNA COMPAÑÍA SILENCIOSA
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UN VUELO DE COLORES


MILDRED ESTEFANÍA ROLDÁN LÓPEZ
Escritora de relatos infantiles
[email protected]
Kiki estaba aprendiendo a volar, al comienzo su pequeño cuerpo no lograba levantarse ni un centímetro del suelo, se caía y tropezaba con todo pero ella era feliz, sabía que tarde o temprano lo lograría, y se divertía cayéndose para levantarse de nuevo dispuesta a intentarlo muchas veces más.

Con sus amigas también en crecimiento se reunían a intentar volar, todas con sus plumitas rojas en el pecho lo hacían riendo y parloteando a toda voz. Unas intentaban ayudar a las otras y hasta se cargaban entre sí simulando que volaban y la que estaba en el aire movía sus alitas sabiendo que se sentiría mágico cuando lograra hacerlo sola.

Y efectivamente, una a una lo iban logrando, tras intentos desgastantes, una conseguía separase del suelo por un segundo, las otras asombradas la rodeaban observando fijamente mientras la del medio seguía intentándolo sabiendo que su triunfo se acercaba y de repente sus alas tomaban fuerza y su cuerpo abollonado de plumas se elevaba por los aires y comenzaba su vuelo todas hacían sonidos hermosos apoyando su baile entre las nubes y de nuevo regresaban a seguir intentando su propia finalidad.

Kiki lo había logrado, esa sensación de plenitud al volar era su tesoro más preciado y lo hizo tantas veces hasta llegar a su nido cansada y dormir por horas y horas para despertar y seguir volando, pero poco a poco entendió que volar sola no era tan divertido ni a veces seguro, así que vio otro grupo de aves y sonriente voló hacia ellas para complementar las figuras que estas armaban en el cielo, estas aves comenzaron a detener su danza y la observaron fijamente, ella no comprendió muy bien
que sucedía hasta que dejándola a un lado hicieron un círculo pequeño y le lanzaron miradas llenas de rencor eran las aves de pecho azul, ella confundida se alejó; luego vio como otro grupo de aves jugaban en el aire, voló hacia ella y estas cesaron su juego e hicieron exactamente lo mismo que las anteriores, eran las aves de pecho verde, y así las aves rosa, las violeta, las naranja todas unas tras otras excluyeron a Kiki de su volar que esta vez triste fue a su nido a descansar.

Siguió volando sola y con sus amigas rojas pero no dejaba de pensar en que no tenía sentido que volaran separadas, y unas despreciaran a otras y las excluyeran, pensativa fue a reposar en un árbol y a lo lejos vio una pequeña ave azul solitaria que intentaba aprender a volar, se acercó para ayudarla y esta sonriente acogió todos sus consejos, al otro día Kiki volvió a este árbol y de nuevo vio a esta avesita azul, cada vez se retiraba más del suelo su vuelo estaba próximo a llegar y así fue, un día de tantos esta ave azul se elevó tal como las otras y Kiki de la emoción no pudo evitar acompañar su vuelo, ambas felices fueron de un lado a otro y los grupos de aves separados se sintieron indignados e iban a intervenir, pero poco a poco llegó un ave de plumaje verde y se unió a su vuelo, luego una amarilla y otra celeste, todas ellas aves como Kiki que no entendían la necesidad de excluirse y separarse, sus movimientos eran los más hermosos que hubiesen podido existir en el mundo de las aves, los colores se entrelazaban formando un arcoíris que se movía con un ritmo celestial.

Es bonito cuando sucede eso tan extraño de cuestionar las separaciones sin sentido y romper los esquemas, de unirse con otros y crear siempre cosas hermosas y sorprendentes.


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