Seguidamente, la actual crisis económica derivada de la situación sanitaria, ha permitido
evidenciar que todo el armatoste o andamio económico de los gobiernos en los últimos
años, (más de veinte años) sobre la situación económica de la población es
completamente falaz. La Colombia de clase media – fortalecida y en constante
crecimiento – no es más que un “dogma” del Departamento Nacional de Estadística –
DANE, la presente crisis ha permitido evidenciar que nuestro país, es un país del
“rebusque”, del diario, del día a día; que no somos un país de ahorradores, sino por el
contrario, un país con gran parte de la población endeudada, por no decir que toda, un
país que obtiene su riqueza a cuotas de 12, 24 o 36 meses; y por tanto, un país que
recibe de manera social un coletazo fuerte con la presente situación económica derivada
de la emergencia.
Si bien se debe reconocer que hasta el momento no se ha dado una debacle en los
servicios de salud por la actual contingencia; debemos tener presente que no podemos
vociferar y vanagloriarnos de nuestro sistema de salud; no lo digo por el personal médico
que a la fecha es la primera fuerza de contención de la emergencia, sino del sistema
como su estructura. No debe obviarse que para el año 2019 según datos de la Corte
Constitucional se radicaron 198.087 acciones de tutela por vulneración al derecho a la
salud (542 diarias promedio), de las cuales 26 mil aproximadamente (71 diarias promedio)
sólo fueron impuestas para la asignación de citas médicas. Tal situación permite indicar
que nuestro sistema de salud, está en crisis desde mucho antes del inicio de la
emergencia sanitaria y que los esfuerzos encaminados para su fortalecimiento no sólo se
deben ceñir a lo que pasa en este momento, sino para garantizar un servicio oportuno de
salud a todos los colombianos en cualquiera de sus dolencias y enfermedades.
La corrupción es otra de las protagonistas en este actual estadío que vivimos. No ha
pasado un mes de la declaratoria del Estado de Emergencia y ya se han comenzado a
denunciar casos de corrupción en el manejo de los recursos para los auxilios y ayudas de
la población más vulnerable. Situación que permite afirmar que los corruptos serán más
responsables de muertes y vejámenes que el mismo Covid-19; que la corrupción es el
peor virus de la democracia colombiana, que por más que se aíslen y se conozcan sus
responsables no se ha tenido cura alguna para ello, pues la justicia como antídoto no
funciona y peor que ello, parece que cada vez muta este virus y logra ser más repelido
por la misma justicia. Que la corrupción es un virus que mata a los más pobres, que roba
oportunidades, carreteras, estructuras, hospitales, bienestar escolar, salud, acueductos,
etcétera. Que para combatir la corrupción ya se debería haber declarado una emergencia
económica y social; o hasta un Estado de conmoción interior (exagerando el escenario);
que la corrupción ha logrado convertirse en una simple influenza, que nos hemos
acostumbrado a vivir con ella en el ambiente y cada vez somos más tolerantes a sus
devastadores efectos. Por ahora, se ha visto muchas actuaciones para la consecución de
recursos y asignación de los mismos, esperamos que también se determinen mecanismos
para su control; dado que los estragos que no genere el Covid-19, podrán ser,
exponencialmente, superados por los corruptos y no sólo por este momento.
Así, es un momento de reflexionar sobre la estructura misma de nuestra concepción de
Estado; la actual situación mundial es un punto de quiebre no solo a nivel de la salubridad
y la prevención, es un punto de partida sobre el replanteamiento de las ciencias de
investigación de enfermedades en cada uno de los Estados, es un replanteamiento sobre
el equilibrio ambiental de nuestra relación humano – ecosistema, de replantear nuestra
políticas de extracción de recursos y la sostenibilidad de las mismas; de direccionar el
gasto público a más inversión generadora de riqueza y no a la concesión masiva de
subsidios que estancan el ciclo productivo; de priorizar el campo y el sector agrario como
fuente de la convivencia y de la paz derivado de la importancia de la alimentación para la
sociedad; de avanzar en la consolidación de los medios electrónicos como mecanismos
laborales productivos, y finalmente de ser una sociedad más solidaria y empática, una
Colombia que crece, pero que se ayuda.
Por ahora, el momento es de actuar y tener en cuenta estas falencias que se presentan al
afrontar la presente crisis, pero debemos como ciudadanos aportar de nuestra parte lo
que nos compete y esté al alcance; y luego de superada la situación hacer el análisis de
las responsabilidades a las que hay lugar.
Juan Diego Barrera Arias, es jurista de la reconocida firma Barrera Arias Abogados & Asesores. Abogado de la Universidad de Antioquia, es innovador pedagógico, como Director Canal
Youtube, La Nota Jurídica. Hace parte del Grupo Consultor de la Escuela del Buen Vecino en la SAI.
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