"El proyecto del nuevo Código Nacional Electoral apuesta por cinco modalidades de voto:
voto manual, voto electrónico mixto, voto anticipado, voto electrónico remoto y voto
anticipado electrónico remoto, pero ninguno de ellos nos permite entender cómo será su
eficacia para la lucha contra el fraude electoral."
JUAN DIEGO BARRERA ARIAS
Abogado Universidad de Antioquia
Barrera Arias Abogados & Asesores
[email protected]
El pasado mes de agosto de 2020, se radicó en el Senado de la República, un proyecto
de ley de reforma al Código Nacional Electoral; el cual, pretende ahondar la democracia
bajo la óptica de la Constitución de 1991, pues el código actual, se cimienta en la
derogada Constitución de 1886.
Esta reforma – necesaria – para nuestro sistema electoral, si bien se encamina a
modernizar nuestra democracia, nos debe plantear una pregunta obligada, esta es, con la
reforma al sistema electoral, ¿Colombia garantiza una democracia con esta reforma?
La primera acotación que podemos sustraer del texto del proyecto de ley, es la de
pretender establecer que la participación de la mujer, en las cuotas de las listas de los
partidos y movimientos políticos para órganos colegiados pase de un 30% al 40%,
argumentando una equidad en la participación femenina y por tanto, más igualdad entre
los géneros en la contienda electoral; pero ante esta pretensión podemos afirmar dos
situaciones:
i) por mandato expreso de la Constitución de 1991, todos (hombres y
mujeres) estamos en la igualdad de capacidades, tenemos los mismos derechos, deberes
y garantías frente a la ley, así, es lamentable que el legislador estatutario, casi 30 años
después de un nuevo dogma constitucional, deba proceder, regulando tales distinciones,
que a la luz de la Carta de 1991, ya deberían de ser en términos de igualdad, siendo por
ello una mejor y correcta regulación un 50% para cada género y
ii) dando entendimiento a
esta cuota del 40% (descrita en el proyecto de ley) como una forma de
discriminación
positiva, en términos expresados por la Corte Constitucional, es lamentable que se hable
de equidad de género, cuando se otorga porcentajes disímiles en favor del hombre y en
detrimento de la participación femenina.
De otro lugar, la reforma al Código Nacional Electoral, debe ir acompañada a una reforma
estructural a nuestro sistema político. No puede garantizarse que se ahondará en la
democracia, cuando no existe mecanismos reales para que los partidos y movimientos
políticos se desliguen de la corrupción. Los gamonales regionales, la politiquería en todos
los niveles, sobrepasa cualquier reforma electoral pretendida. Ahondar la democracia
debe partir en primera instancia de la lucha frontal a la corrupción que permea el sistema
jurídico y genera círculos de poder arraigado en muchas regiones del país, las cuales, no
permiten una verdadera autodeterminación de los municipios en la configuración del
poder público local y nacional.