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El cáncer de Colombia

Conjeturando brevemente… Tal vez existe una fracción del pueblo que quiere un cambio verdadero y la otra, la parte restante, simplemente aún no es consiente del poder que le ha otorgado la Constitución para elegir sus representantes y gobernantes; o quizá el pueblo entero se cansó de luchar contra el enemigo y bien, se ha rendido; o finalmente todos somos corruptos.

LA CALLE LO DICE / [email protected]
Alejandro Álvarez Cortés
Estudiante de Derecho
Corporación Universitaria Lasallista
Libre pensador
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"Cuando no tomas una postura en contra de la corrupción, tácitamente la apoyas". Kamal Haasan

Entre el año 1597 y 1602, bajo el gobierno de Francisco de Sande, hace 418 años, sobrevino el primer caso de corrupción en territorio americano gobernado por la Corona española: la pérdida de 5.000 pesos oro del gobierno, y que Sande destinó -ilícitamente- para sobornar al juez Mariaca a cambio de que este fallara a su favor. Y ese episodio tan solo representa el origen del fenómeno.

Desde el 20 de julio de 1810 - fecha en la que Colombia se consolidó como país- la corrupción, hecha ya un fenómeno, se convirtió en una pandemia política y social que crecería exponencialmente en el tiempo. A ello se refieren diferentes estudios como el realizado por la ONG Transparencia Internacional, que sitúa a Colombia como el país más corrupto del mundo, entre otras conclusiones sobre dicho tópico.

Hoy por hoy, la corrupción le cuesta al país unos 50 billones de pesos anuales, aproximadamente, equivalentes a unos 17 mil millones de dólares – a pesar de los esfuerzos que han realizado líderes sociales, políticos y ciudadanos colombianos por aminorar la corrupción.

En la lucha actual contra dicho fenómeno, después de que han pasado más 200 años, son los mismos corruptos quienes deben aprobar las leyes que regulan la materia. Veamos:

El 26 de agosto de 2018, por iniciativa de la entonces senadora Claudia López Hernández y la representante a la Cámara Angélica Lozano, ambas pertenecientes al partido Alianza Verde, se llevó a cabo la primera consulta popular anticorrupción de Colombia en la historia del país.
El mecanismo de participación fue aprobado el 5 de junio del 2018, en la plenaria del Senado de la República con 84 votos a favor y 0 en contra, siendo luego promulgada bajo Decreto 1028 de 2018 en el gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
Autorizado el mecanismo, se consultó por la aprobación o desaprobación de 7 preguntas con un solo fin: reducir posibilidades a los políticos de cometer actos de corrupción. Temáticas como el salario y periodo de funcionarios públicos, la contratación con el Estado y rendición de cuentas entre otros temas, fueron las principales.

Para que fueran aprobados cada uno de estos mandatos, era necesario obtener por lo menos 12.140.342 votos. Es decir, un 33.3% de los habitantes inscritos y habilitados para ejercer el sufragio. Además de lo anterior, era necesario que cada una de las preguntas obtuviera un 50% de votos a favor. Finalmente, la gran abstención electoral –que ha caracterizado a las dinámicas de la política colombiana –se hizo presente y solo participaron en la consulta 11.671.420 de 36.421.026 de los colombianos habilitados. Por este motivo no fue aprobada. Siguió reinando la corrupción y con ella, en su momento, quedaron atrás las esperanzas de un pueblo que clamaba la honestidad y la eficacia de su gobierno.
Nuevamente se da una oportunidad para arremeter contra los corruptos, El nuevo gobernante del actual periodo constitucional, Iván duque, presenta al Congreso la misma consulta con sus 7 puntos, empero el poder legislativo desaprobó 5 de sus pretensiones, dando vía libre a solo 2 de ellas, evidenciando que en dicha rama del poder público prevalecía no el interés y la voluntad de quienes los eligen para representarlos, sino sus intereses propios.

Sin embargo, el problema de base no radica en el poder legislativo. Somos nosotros, el pueblo colombiano, quienes los elegimos periodo tras periodo, somos los colombianos los únicos que tenemos la posibilidad de hacer que las cosas cambien. No lo hacemos, es ahí donde podemos preguntarnos: si la solución está en nuestras manos, ¿por qué no la aprovechamos?
Conjeturando brevemente… Tal vez existe una fracción del pueblo que quiere un cambio verdadero y la otra, la parte restante, simplemente aún no es consiente del poder que le ha otorgado la Constitución para elegir sus representantes y gobernantes; o quizá el pueblo entero se cansó de luchar contra el enemigo y bien, se ha rendido; o finalmente todos somos corruptos.

En la cotidianidad de nuestras relaciones sociales es una verdad de Perogrullo que, si se puede sacar ventaja personal de una situación, se sigue adelante, porque nos hemos acostumbrado a vivir rodeados de corrupción.
Somos nosotros mismos seres corruptos que vendemos nuestros votos por nimiedades como un tamal, un bulto de cemento o $50.000, sin considerar que ese acto repetido en gran escala, significa la venta de nuestra conciencia y de nuestro país. Al momento de despertarnos, si es que lo hacemos tras cada elección, nos damos cuenta que hicimos mal, pero ya es demasiado tarde, pues ya hemos elegido a los mismos, a los que siempre tratan de desviar nuestra mirada para sacar provecho y, cuando nos damos cuenta, nos han afectado cada día más. Año tras año veremos –como una consecuencia lógica de nuestros actos – a nuestros elegidos robarse los recursos públicos que pueden ser bien utilizados en la educación que nos falta, los subsidios alimenticios reclamados en las escuelas, los recursos para la salud insuficientes. Veremos que pretenden hacernos creer en contratos anticorrupción atropellados por su avaricia, mientras, por ejemplo, logran beneficios en contrataciones públicas.

El ciudadano del común ante la instalación de cada nuevo gobierno retoma su esperanza de buenos cambios. Por demostrar lo contrario, en el actual, por ejemplo, vemos como en las difíciles circunstancias por las que pasa Colombia, como también el mundo entero a causa del Covid-19, aquí están “los mismos de siempre”, se roban las ayudas para los más necesitados desorbitando los precios de lo adquirido para ganar en las contrataciones públicas, o la perversa conducta de darle a sus amigos cercanos y familiares aún cuando la ayuda no la necesitan. Paralelamente la critica situación humanitaria que vive la población Wayúu - ubicada en nuestro territorio de La Guajira— abandonada, muchos mueren de hambre, y así, más episodios lamentables de muchos municipios de nuestro país sin agua, sin luz, sin alimentos; por citar tan solo unos cuantos ejemplos.

“El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”. Platón.

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La Calle Lo Dice pone a disposición el escrito llegado a nuestra redacción del estudiante de derecho Alejandro Álvarez Cortés. Imagen cortesía es.wikipedia.org