Una de las principales degeneraciones de la Democracia, que es el mejor sistema que han encontrado los pueblos para gobernarse, lo constituye el Populismo, que puede ser tanto de signo ideológico de izquierda como de derecha, y ciertamente, como lo expongo en esta columna, hasta de centro. Sobre el Populismo, el historiador mexicano Enrique Krauze, se expresó exhaustivamente en la Conferencia de la Fundación Internacional para la Libertad en Lima, celebrada en Perú, el 29 de marzo del 2012: “… el populismo es una simplificación y una adulteración de la democracia, lo que el populista busca, al menos ésa ha sido la experiencia latinoamericana, es suprimir en beneficio propio, la tensión entre liderazgo político y la voluntad popular, y nada mejor para lograrlo, que establecer un vínculo directo con el pueblo, por encima, al margen o en contra de las instituciones, las libertades y las leyes. La iniciativa, siempre hay que subrayarlo, no parte del pueblo sino del propio líder.”
El Populismo es mucho peor que las Dictaduras, pues mientras éstas, por su represión, suelen terminar atrayendo su superación, abolición y supresión por los Pueblos, las Comunidades, las Sociedades y los Ciudadanos, que llegan a padecerlas; los Regímenes Populistas, en cambio, consiguen echar raíces, en razón de los Discursos Ideológicos que a través de la propaganda, logran imponer con éxito en la conciencia política e ideológica del Pueblo, de las Gentes y de las Comunidades; por la División y la Polarización que logran establecer entre los Pueblos, Naciones, Sociedades, Comunidades, y hasta entre las mismas familias; y por la captura de militantes, simpatizantes y seguidores, conseguidos, en buena medida, entre los beneficiarios de subsidios, burocracia, cargos, contratos y programas de ayuda y beneficencia. La práctica perpetuación que consiguen los Regímenes Populistas en los Estados, Pueblos, Naciones y Sociedades que los han padecido, es fácilmente comprobable por el hecho de que ya no quedan franquistas en España, aun habiendo sido sometida por el Régimen Dictatorial liderado por Francisco Franco desde su victoria en 1939, hasta su muerte natural en 1975. Tampoco hay ya pinochetistas en Chile, y ni siquiera hay hitlerianos en Alemania. En Argentina, en cambio, perviven el peronismo y los peronistas; en Venezuela creo que eternamente habrán innumerables chavistas; y en Colombia contamos con no pocos líderes y ciudadanos uribistas, cultivados y cosechados durante los dos (2) períodos presidenciales en que Álvaro Uribe Vélez gobernó de manera no sólo Autocrática, sino sobre todo Populista.
El Populismo suele soportarse sobre discursos político-ideológicos como el Socialismo, el Anti-Socialismo y Anti-Comunismo, el Nacionalismo, el Anti-Imperialismo, la Lucha contra la Pobreza, Defensa de los Pobres y la Justicia Social y Económica, o la Seguridad, y como veremos, la Lucha contra la Corrupción.
El Narcorégimen Militarista progresivamente impuesto en Venezuela tras el ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías (quien ganó las elecciones presidenciales en 1998), es, además de ciertamente Autocrático, Autoritario, Caudillista y Dictatorial, profundamente Populista, para lo cual se ha amparado tanto en el Nacionalismo y el Anti-Imperialismo en contra de Estados Unidos, como en la Redistribución de la Riqueza en favor de los Pobres, en su autocalificación ideológica de izquierda, y en su supuesta superación de la corrupción propia de la clase política tradicional venezolana.
De manera que la lucha contra la corrupción puede consistir en uno de los soportes sobre los cuales levantar un Régimen Populista, que bien puede ser de cualquier signo ideológico, ya sea de derecha, izquierda o hasta de centro.
El Populismo Anticorrupción procede a presentarse y calificarse a sí mismo como transparente, limpio, impoluto, mientras sataniza y descalifica como corrupta toda la clase política tradicional, a sus partidos o a las instituciones, anteriores a su ascenso al poder político, pudiendo también descalificar como corruptos a los opositores y contradictores de su régimen, de sus reformas y de su gobierno.
Como todo Régimen Populista, los Populismos Anticorrupción pretenden conseguir su supuesta legitimación y condición democrática, a través de su directa comunicación con el Pueblo, a través del aprovechamiento de la plaza pública, y del excesivo recurso a la propaganda de todo tipo, a través del aprovechamiento, también excesivo, de los diferentes medios de comunicación oficiales, y hasta privados, incluso (mediante la realización, por ejemplo, de cadenas impuestas a los medios privados radiales y televisivos, como ha sido práctica común por el Régimen Populista Venezolano), acudiendo, muchas veces, a la estrategia de una Democracia Plebiscitaria, por la cual se formulan Referendos, Plebiscitos o Consultas al electorado popular, pasando por encima de las instituciones políticas, democráticas, constitucionales, jurídicas y judiciales, lo mismo que por encima de los propios derechos civiles y políticos, tales como las libertades de expresión, comunicación, información y prensa. Los propios Parlamentos pueden ser perturbados, neutralizados o reformados a la medida que lo requiera el Régimen Populista Anticorrupción, a fin de evadir o evitar su principal función constitucional, cual es la de ejercer el control político sobre el gobierno y la administración. Entre las formas en que pueden concretarse las reformas de los parlamentos a fin de evitar su labor escrutadora, deliberativa y de control político, están la reducción del número de escaños o integrantes, el paso de su estructura bicameral a una unicameral, y la supresión de la inmunidad parlamentaria. Obviamente, para evitar el control parlamentario, los Regímenes Populistas Anticorrupción también pueden echar mano, como no pocos gobiernos, a la compra de las voluntades de los partidos y movimientos políticos y de sus representantes y parlamentarios, a través del clientelismo, los contratos y puestos en cargos públicos, cuando no, a través del propio soborno y el cohecho.
Los Regímenes Populistas, incluidos los que dicen luchar contra la Corrupción Política pasan por encima de la institucionalidad, la cual suprimen, capturan, infiltran o debilitan o intervienen a su medida.
Ello tiene el efecto y el resultado de dar lugar a una Corrupción mucho mayor que aquella anterior al Régimen Populista, en razón de la ausencia o debilidad de los controles políticos parlamentarios, judiciales, fiscales y disciplinarios.
Ésa ha sido la triste y profunda tragedia del Pueblo Venezolano, que de contar con una Auténtica, aunque muy imperfecta Democracia Representativa, hoy padece un grosero, grotesco y megacorrupto Régimen Populista, que raya en la franca Dictadura, que además es Militarista y Mafiosa, que ha sido progresivamente establecida desde el ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías al gobierno de Venezuela.
En Colombia, los dos (2) periodos presidenciales durante los cuales gobernó Álvaro Uribe Vélez, fueron no sólo de índole ciertamente autocrática y autoritaria, lo cual ya resulta sumamente grave, sino además de índole populista. El Populismo en que Álvaro Uribe Vélez sustentó su ejercicio del poder, se soportó en los temas de la seguridad y la violencia, lo mismo que sobre la lucha contra la corrupción y la reforma de varias de las instituciones políticas y constitucionales. Esta propuesta de reforma la concretó en el Referendo Constitucional que consiguió fuera convocado por el Congreso de la República, que procedió a hacerlo mediante la Ley 796 del 21 de enero de 2003. Esta propuesta de recurso gubernamental a una práctica propia de las Democracias Plebiscitarias, a través de un Referendo Constitucional de dudosa índole democrática, y en cambio sí, ciertamente Populista, contenía cláusulas que reformaban instituciones políticas y constitucionales tales como el Congreso (titular de las funciones no sólo legislativas y constituyentes, sino de la importante función de control político sobre el gobierno y la administración), cuya composición resultaba fuertemente reducida según el numeral 6 de la propuesta de reforma constitucional sometida al Pueblo mediante Referendo; y proponía la supresión de algunos entes públicos de control fiscal y del ministerio público, como las contralorías departamentales, distritales y municipales, propuesta contenida en el numeral 9 de la propuesta mencionada, y de las personerías distritales y municipales, contenida en el numeral 10 de la propuesta (la supresión de las personerías fue declarada inexequible por la Corte Constitucional, mediante la sentencia C-551 del 9 de julio de 2003, con ponencia del magistrado Eduardo Montealegre Lynett, por cuanto la propuesta fue negada por el Senado de la República, no pudiendo ser sometida a la Comisión de Conciliación). Por fortuna, las propuestas de reforma constitucional sometidas al Pueblo mediante Referendo, el cual fue votado el día sábado 25 de octubre de 2003 (día anterior a la celebración de las elecciones regionales y locales), no consiguieron su aprobación, gracias a que no alcanzaron a ser votadas por al menos el 25% de los ciudadanos que componían el censo electoral.
Los regímenes Populistas suelen permanecer por largo tiempo al frente de los gobiernos de los Estados, lo cual consigue que resulten altísimamente costosos, generando un profundo fracaso en sus políticas, programas, reformas y proyectos. Por ello los líderes o caudillos que están al frente de los Regímenes Populistas se constituyen en Antiestadistas, pues los auténticos Estadistas y Reformadores no suelen permanecer por más de dos (2) períodos al frente de sus gobiernos, consiguiendo el éxito éstos, favoreciendo el consenso y la unidad de sus pueblos y sociedades, y afianzando las reformas políticas, económicas o sociales que se proponen establecer.
Todo Régimen Populista, incluidos los que vengo calificando como Anticorrupción, llegan a consistir en Regímenes Teocráticos, pues sus líderes se presentan ante la Sociedad y ante el Pueblo como Redentores y Salvadores, a su vez insubstituibles, tras cuya ausencia volverían los males que ellos supuestamente superaron.
Sergio Fajardo Valderrama constituye un auténtico y muy peligroso Antilíder de condición Populista, que estoy convencido, debilitaría la totalidad de las Instituciones de nuestra auténtica, aunque muy debilitada y deslegitimada Democracia, respecto de la cual no cabría esperar que el eventual presidente Sergio Fajardo Valderrama, se empeñara en corregir y reformar positivamente, nuestras muy debilitadas instituciones. Al contrario, estoy convencido, intentaría, como todo Líder Populista, rediseñarlas a su medida, de modo que quedarán bajo su órbita y control, mientras buscaría conseguir y asegurar su legitimidad democrática mediante la relación inmediata y directa con el Pueblo, no como Soberano y titular de los Derechos Políticos y de la Ciudadanía de que gozan todos sus Integrantes, sino como Masa respecto de la cual desplegar todos los medios e instrumentos de una “Democracia Plebiscitaria” a través de Plebiscitos, Referendos o Consultas Populares, o promoviendo las iniciativas de reformas constitucionales, políticas y legislativas que gocen de una suficiente favorabilidad o aprecio por parte de las Comunidades, de las Mayorías, de las gentes y de las Masas, tales como la limitación o restricción de los poderes o competencias del Congreso de la república, respecto del cual bien podría promover la reducción de sus integrantes, la reducción de sus salarios, la supresión de su inmunidad por sus votos y opiniones, o el paso del bicameralismo al unicameralismo, a favor de un Poder Ejecutivo desaforado y libre de controles parlamentarios.
En conclusión, cabe esperar que de llegar a gobernar Sergio Fajardo Valderrama, liderará un Régimen Populista Anticorrupción, es decir, amparado en su supuesta lucha contra la Corrupción, pero como todo Régimen Populista, generará una Corrupción muchísimo mayor que aquella que supuestamente pretende combatir.
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